Los servicios de ayuda a domicilio y la conciliación familiar

Los servicios de ayuda a domicilio se han convertido, necesariamente, en uno de los pilares sobre los cuales se sostiene las economías familiares de nuestro país. Esbozar este mensaje puede resultar, a simple vista, muy tajante y comprometido. No obstante, basta con echar un ojo a las personas que tenemos a nuestro alrededor y a nuestros círculos más cercanos para darnos cuenta de que no es ni mucho menos atrevida. De hecho, se aproxima bastante a la realidad. De no ser por estas asistencias, a muchas familias les sería prácticamente imposible conciliar la vida laboral con la familiar por los cuidados que necesitan algunas personas en el entorno del hogar y por las propias responsabilidades que lleva aparejadas una casa. Aunque los paradigmas laborales hayan dado un giro desde que la pandemia del virus SARS-CoV-2 pusiera patas arriba nuestra sociedad y mucha gente trabaje desde casa ayudando a la conciliación, un gran número de personas tiene que acudir a su puesto de trabajo durante 8 horas diarias. Con estas obligaciones, a veces, se hace imprescindible que haya alguien que nos eche una mano con otros asuntos.

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Los servicios de los que estamos hablando suelen tener que ver con el cuidado de ancianos y con la ayuda a personas dependientes. En España son muchas las familias que necesitan delegar la tarea de hacerse cargo de los más mayores debido entre otras cosas, a que este cometido conlleva una atención casi permanente. Para una persona que trabaje y que, por ejemplo, tenga uno o varios hijos a su cargo, es de vital importancia el hecho de poder confiar en alguien que lleve a cabo este cometido. Cabe resaltar además que estos servicios cada vez serán más necesarios e importantes en un país cuyas circunstancias nos permiten vislumbrar, desde hace años, un aumento significativo de la población mayor.

Según el instituto nacional de estadística (INE) un 20% de la población española está comprendida entre los 65 años o más y un 30,1% entre los 45 y los 64 años. Este análisis se puede complementar con otro estudio del mismo organismo. Se estima que, en el año 2035, las mujeres que tengan 65 años tendrán una esperanza de vida de 24,5 años más y los hombres de 20,9. Lo cual quiere decir que cada vez serán más necesarias las atenciones que tengamos que depositar en la gente más veterana. Solo, en lo que va de 2022, de esa cifra de personas que superan los 64 años un 30,96% de personas se consideran dependientes.

De estos datos, también se puede extraer que, cada vez serán más las personas que por su vejez tengan que pasar por periodos vitales de mayor soledad. Según datos del Imserso, España cuenta con unos 4,7 millones de residencias unipersonales. De esos hogares, aproximadamente la mitad (2 millones) corresponden a personas comprendidas entre los 65 años o más siendo, en su gran mayoría, las mujeres las que se ven implicadas en esta coyuntura. Estas cifras ponen de manifiesto que, efectivamente, de no ser por las ayudas de profesionales en geriatría dentro del hogar, la conciliación laboral y personal se complica de manera significativa.

Las diferencias entre el cuidado en casa y fuera de ella

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Cuando nos encontramos ante la tesitura de tener que depender de alguien para que ayude a que una persona dependiente pueda desarrollar su día a día, se nos plantean varias opciones. Una de ellas pasa por la contratación de los servicios de las llamadas residencias de ancianos. Estas instituciones, que suelen ser muy caras si los servicios requeridos son de calidad, presentan la gran ventaja de contar con atención para los ancianos durante las 24 horas y estar avaladas por multitud de profesionales trabajando en la misma. No obstante, no hay que olvidar que, en muchas ocasiones, las personas se sienten fuera de su hogar y aparecen sentimientos de soledad. Los periodos de adaptación pueden ser largos y durante ellos las personas no acaban de sentirse cómodas secundadas por la percepción y el sentimiento de “sentirse viejos”.

Por otro lado, la atención individualizada en casa puede paliar estos últimos inconvenientes planteados anteriormente. El hecho de que podamos disponer de una persona de confianza en casa repercute positivamente a que desaparezca ese sentimiento de vejez haciendo, entre otras cosas, que los propios receptores de los cuidados sean menos dependientes que aquellos que viven en residencias. Un trato cercano ayuda a que sea posible plantear un pacto entre el cuidador y el anciano para ver hasta dónde puede llegar solo. Por si fuera poco, los gastos derivados de contratar estos servicios a domicilio son mucho más baratos que los de las residencias.

Normalmente, la decisión final entre estas dos vías tiene que ver, como no podía ser de otra manera, con cada persona. Si por ejemplo nuestro familiar padece una enfermedad que requiere atención y cuidados médicos constantes, será mejor plantearse las residencias. De lo contrario, la atención a domicilio es más que recomendable.

Los profesionales en el cuidado a domicilio

Dentro de estos servicios a domicilio, existen multitud de opciones para podernos amoldar a la que más se ajuste a nuestras necesidades y a la de nuestros allegados. Entre los perfiles más demandados suelen ser los que tienen que ver con la atención personal y con la ayuda doméstica. Disponer de profesionales que se encarguen de la medicación, la higiene y el aseo, el apoyo en psicomotricidad o los acompañamientos para llevar a cabo las gestiones del día a día, son solo algunos de los ejemplos del gran abanico de posibilidades que ofrecen estos servicios.

En España la geriatría y la gerontología son disciplinas médicas que están muy bien desarrolladas y cuentan con profesionales de primer nivel. No es de extrañar a la vista de los datos anteriormente mencionados sobre el paulatino aumento de la edad de la población actual y futura. Gracias al avance en estas ciencias, podemos contar con la total seguridad de que los más mayores de la familia puedan contar con los mejores cuidados en sus propias casas sin necesidad de pasar por verdaderos quebraderos de cabeza.